La muñeca de Kafka
Ginés García
La niña lloraba desconsoladamente. El escritor le preguntó:
-¿Qué te ocurre, pequeña?
-No encuentro mi preciosa muñeca de trapo -contestó la niña, sorbiéndose los mocos.
El escritor le contó que la muñeca había ido a cuidar a su abuelita, que era muy mayor, estaba sola y vivía en un país muy lejano. La niña lo miró fascinada. El escritor le dio un beso y continuó su camino.
A los pocos días, la niña recibió una carta en la que su muñeca le confesaba que se acordaba mucho de ella y que era muy feliz cuidando a su abuelita.
A esta carta sucedieron otras muchas en las cuales la muñeca relataba diferentes experiencias que divertían mucho a la niña.
Un día, recibió un paquete. Cuando lo abrió, encontró una muñeca de trapo muy parecida a la que se fue a cuidar a su abuelita en un lejano país. Con la muñeca venía una nota que decía: “Esta amiga mía te hará compañía y jugará contigo hasta que yo regrese. Un beso muy fuerte, cielo”.
Presentamos una brevísima selección de microrrelatos o minificciones, de otros tantos autores latinoamericanos, realizada por nuestra coeditora Patricia Nasello. Todos ellos son escritores de una dilatada trayectoria literaria y firmemente comprometidos con el género exiguo, por lo que de algún modo esta es una muestra de amplio espectro, muy significativa, del estado actual de la narrativa breve en Latinoamérica.
Roberto Villar: Todo tiene su luz
Todo tiene su luz para que sea posible. No sólo para que sea posible verlo, sino crearlo. La mañana, la tarde, la noche, el salón, el sofá. Todo tiempo tiene su tiempo y todo tiene su luz, su música, su clima.
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Esta Cenicienta era muy lista. Cuando bajó corriendo las escaleras de palacio, no sufrió cortaduras en sus pies: sabía que las zapatillas de cristal producen heridas. Y que dejan un rastro que siguen los príncipes fetichistas.
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La memoria se está gastando, las billeteras no pueden ocultarse más. Sólo queda algo único, antes de que el mundo se desmorone: el encuentro constante e inagotable con la paloma de la realidad...
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¡Ven y amémonos y olvidemos la crítica literaria, olvidemos a los exégetas y a sus epígonos y seamos felices! ¿Me oyes, Caperucita? Deberías decirme algo. Te estoy hablando muy en serio.
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