La muerte impar
José Gimbel
Detectó un agujero en el centro de su ser. Al principio le pareció un contenedor de pensamiento, un arcón de origen onírico y preconsciente que fue abandonado tras una batalla ya olvidada que seguramente perdió. No le extrañó. De hecho, es muy corriente que esto ocurra, especialmente cuando se trata de personas que, apartados de la televisión, crecen salvajes. La historia fue ésta: hubo una vez un viajero que huía en su interior y al que, maleta en mano, le sorprendió la muerte impar. Y es que la muerte, al menos en lo que a cada cual respecta, es siempre impar.
Presentamos una brevísima selección de microrrelatos o minificciones, de otros tantos autores latinoamericanos, realizada por nuestra coeditora Patricia Nasello. Todos ellos son escritores de una dilatada trayectoria literaria y firmemente comprometidos con el género exiguo, por lo que de algún modo esta es una muestra de amplio espectro, muy significativa, del estado actual de la narrativa breve en Latinoamérica.
Roberto Villar: Todo tiene su luz
Todo tiene su luz para que sea posible. No sólo para que sea posible verlo, sino crearlo. La mañana, la tarde, la noche, el salón, el sofá. Todo tiempo tiene su tiempo y todo tiene su luz, su música, su clima.
Los anticuentos de Esther Roperti
Esta Cenicienta era muy lista. Cuando bajó corriendo las escaleras de palacio, no sufrió cortaduras en sus pies: sabía que las zapatillas de cristal producen heridas. Y que dejan un rastro que siguen los príncipes fetichistas.
La paloma de la realidad, de Álvaro Campos
La memoria se está gastando, las billeteras no pueden ocultarse más. Sólo queda algo único, antes de que el mundo se desmorone: el encuentro constante e inagotable con la paloma de la realidad...
Seis micros de Carlos de la Fé
A veces somos el último refugio sobre el que un ser anodino es capaz de aplicar un toque extravagante, chic o sofisticado a su triste y aburrida vida.
Juan Yanes: Mujer con maleta y otros micros
¡Ven y amémonos y olvidemos la crítica literaria, olvidemos a los exégetas y a sus epígonos y seamos felices! ¿Me oyes, Caperucita? Deberías decirme algo. Te estoy hablando muy en serio.
Pérez Antolín: El predominio de la sintaxis
Subió el volumen porque el ruido de las ametralladoras no le dejaba oír la emisión y en ese preciso momento salía su calle. Cuando le dispararon pudo ver por la televisión su propia muerte.