Mónica Ortelli y sus criaturas del agua


Ararat

A poco de hacer cumbre la suerte le fue adversa. Un descuido y ahora yace con las piernas rotas mirando una franja de cielo desde el fondo de una grieta. Solo. Nada sabe de los otros, los que fueron arrastrados por el agua durante la escalada. Ni sabrá, presume. Al menos hace unas jornadas que no ha vuelto a llover. Exactamente desde cuando se abrieron las nubes y el sol lo encegueció; el tiempo que lleva en la hendidura.

Para qué la huida, pregunta, y envidia al pájaro. Entumecido de frío y hambre se adormila, ajeno a los hombres y animales que recién bajados de un arca empiezan a cruzar la falla.



Lepisma saccharina superbum

Tras el disparo, el aire en el túnel se llenó de electricidad y humo. Por unos instantes, la enorme criatura convulsionó violentamente haciendo temblar el aparejo, antes de quedar quieta colgada en la trampa. Así y todo, por precaución, el hombre le seccionó los apéndices del último segmento; luego, la abrió en canal. Los estómagos se vaciaron con un crujido maloliente y entre la inmundicia  vislumbró lo valioso: libros aún sin digerir. Contento, los guardó cuidadosamente.

Entonces,  pensando en la simpleza de su oficio en el pasado, el restaurador destazó al mutante pescadito de plata.



La literatura es injusta

—No estoy de acuerdo, Sr. Hemingway —dijo el pescador, mientras sujetaba el enorme pez espada a un lado del bote—. Él era magnífico, luchamos a la par: yo gané. ¿Por qué han de comérselo los tiburones ahora?

—Sé lo que hago, viejo. Es el único final posible, lo sabes...



Clavando el aguijón

Abandonado a su suerte en una roca desnuda antes de llegar al medio del río, el furibundo escorpión aún tuvo que escuchar a la rana que, burlona, le gritaba desde la orilla: “¡Y agradece que no esté en mi naturaleza que te ahogues!”




Resonancia

En una ceremonia que dura todo un día, los habitantes del atolón Addu soplan enormes caracolas cónicas. Después, aliviados, comienzan otro año de silencio. Es que con esa música que el viento aleja se van las penas, dicen.

Llamativamente, las ballenas de breve cauda de aquel mar insular tienen el canto más triste y melancólico del mundo.




MÓNICA ORTELLI

Bahía Blanca, Argentina (1953). Estudió Ciencias Biológicas en UNS. Escribe cuento, minificción y poesía. Ha participado en talleres presenciales y por Internet. Algunos de sus trabajos seleccionados y premiados integran antologías en Argentina y México en formato libro y/o revista en papel y en soporte digital. Su obra de minificción está reunida en el blog: http:/nivaranicuchilo.blospot.com





El Aforista