Así pasó
La aguja arroja su fina sombra sobre la arena. A cada instante se agranda más y más, hasta que su ojo dibuja una larga elipse en la duna. A lo lejos se acerca un camello solitario; mira ese gran aro en el suelo, penetra dentro del trozo de desierto atrapado por la gigantesca línea oscura, se echa y permanece allí, inmóvil.
Un suave viento moviliza las finas partículas. El animal se hunde de forma casi imperceptible y por fin, sólo queda el vacío. Entonces la sombra comienza a achicarse lentamente hasta desaparecer.
Ya nada interrumpe la dorada extensión infinita.
Creación
Y un universo se creó en su interior. Las palabras se condensaron como galaxias narrativas que giraban atraídas por la fuerza de una Idea.
Desmaterialización
‒Yo soy en cualquier lugar.
‒Pero yo estoy aquí para siempre.
Desde la pantalla, el libro se sentía universal y no entendía por qué esa arquitectura de piedra le hablaba de mensajes eternos.
A la manera de Buñuel
A través de la ventana del sótano atisba las piernas de la gente en su ir y venir por la vereda. Una visión lo perturba: medias de seda negra, que dibujan un arabesco sobre la piel, culminan en un par de zapatos de tacón de bruñido charol que todas las tardes se anuncian con su ritmo inconfundible.
Esa visión fugaz le provoca un ardiente deseo. Las admiradas piernas parecen responderle, se paran frente a su ventana y se deslizan acariciándose mutuamente. Así quedan un rato cada vez más largo, ante los ojos de quien ya sólo quiere poseerlas.
Por fin un día se decide, saca su brazo por entre los barrotes, y le quita con decisión el zapato. Mientras escucha los pasos asimétricos que se alejan, se acaricia lentamente con el fino tacón.
Lucha interior
Frente a frente, sus deseos cumplidos y no cumplidos se disponen a librar una lucha encarnizada.
Reflejando los avatares en el campo de batalla, su cara se tensa y se distiende, su boca sonríe o tiene un rictus amargo.
Al fin se duerme. Mañana sabrá, quizás, el resultado.
Miriam Chepsy nació en la ciudad virtual de Ficticia en el año 2001. Antes de esa fecha era, para todos, Myriam Goluboff, nombre con el que nació en Buenos Aires y con el que cursó sus estudios de arquitectura, profesión que pudo ejercer en Coruña, ciudad en la que vive y en la que desarrolló una extensa labor docente en la Universidad. En la página literaria Ficticia fue asidua participante, durante años, en los concursos de minificciones que allí se organizan , actúa como tallerista un día de cada mes y formó parte, en el período 2011-2012, del equipo de coordinación del Taller. En el año 2002 se sumergió en “Letras Virtuales”, taller del escritor uruguayo Mario Levrero y de la escritora mexicano-uruguaya Gabriela Onetto, un despertar de los sentidos que la impulsó a seguir escribiendo. En el año 2005 quiso confrontar sus escritos. Resultó finalista en algunos concursos literarios y fue eleccionada para los Relatos de Verano de “La voz de Galicia”. Se pueden encontrar minificciones suyas en la antología “Cien Fictimínimos”, de Editorial Ficticia del año 2012 y participa, en el 2013, con el texto ¡Basta!, en el libro “¡Basta! Cien mujeres contra la violencia de género”, antología de microrrelatos de Macedonia Ediciones . Su minificción fue publicada en francés en “Lectures dáilleurs” y en alemán en la revista “Ila”. En el año 2012 publica Mundos imaginados con Araña editorial de Valencia, España. También participa con “Ciudades sin alma” en el proyecto Primitivismo Femenino dirigido por Julia De la Rúa. (2012). Actualmente está elaborando un libro de relatos brevísimos: “Ciudades imposibles” y la novela “Atlántico, ruta de ida y de vuelta”