Cinco piezas de Federico Spoliansky


Federico Spoliansky Nació en Buenos Aires en 1970. Posee un Master in Filmmaking (London Film School & London Metropolitan University, Inglaterra). Es Licenciado en Psicología (Universidad de Buenos Aires). Ha publicado Duda Patrón (Editorial Alción, 2010) y El Agujero (Ediciones de la Florida Blanca 1995). Se han publicado sus poemas y cuentos en revistas, blogs, websites y diarios de Argentina, Canadá, Chile, Escocia, España, Francia, Holanda, Inglaterra, Irlanda, México y Estados Unidos. Recibió el Primer Premio Nacional Iniciación de Poesía, Secretaria de Cultura, Ministerio de Cultura y Educación de la Nación (Bienio 1991-1992), y el Primer Premio del XVII Concurso de Cuento de la Municipalidad de Puerto Madryn (con el Subsidio del Fondo Nacional de las Artes, 1994). Los fragmentos que reproducimos pertenecen al libro Duda Patrón publicado por Alcion Editora, 2010. Blog: http://federicospoliansky.com/



El infinitivo escribir me ha traído problemas. Ocupé tres días de febrero repitiéndolo en voz alta, doblándole la punta para que dejase de ser infinitivo. Un infinitivo tiene algo de cosa militar: pisan los soldados, los sonidos buscan una silla para esconderse. Solo hay música en el infinitivo ser cantante.




La vida de una bota es dar pasos, el paso es la respiración de la bota, la respiración que le da vida. El mundo de la bota es una piedrita, un chicle, un boleto. En el caminar aparece la vida debajo de las suelas. Pisé, fuerte pisé el paso que doy. En el paso que di maté. Cuando mata la bota respira.    
Sería imposible vivir sin pisar. Cuando pisamos perturbamos la vida que existe debajo de las suelas, movemos la suciedad de los otros y no es delito, ¿o sí?, transportar el delito de los otros.                  



Abarca la historia: Sansón, Atila, María Estuardo, un grano de choclo en el desagüe.                          



You es estar cerca o lejos cuando se abre la boca; me gusta la palabra boca. You, vos, usted, dejar al viento un camino entre los ojales, un camino a la medida del viento entre los dos. You podría ser la soledad del Báltico, una altiplanicie. You podría ser la soledad del Báltico, una altiplanicie donde hablar.                          




Toma la ballesta sin saber qué es la caza: es bailarín. Escondido en un palco observo cómo organiza un bosque sobre el escenario. Un bosque no es territorio mudo, es un puente colgante sobre el dosel de los árboles, una cerda sobre el labio, un colmillo en el mentón. Las zapatillas de baile se hacen oír sobre el caucho, embiste la espada, touché, solo es baile si es bongó. Una luciérnaga cosida en las puntas trae luz a una madriguera que jamás se hubiera podido vislumbrar. El bailarín cierra el acto rodeando el lago. Ya no estoy reclinado, ahora soy un eucalipto. Dejo que me parasite.  



 Nosotros somos eternos



Santiago Gil: el nombre de los ausentes

Cada mañana escribía en un pequeño papel que luego se metía en el bolsillo, el nombre de alguno de sus muertos más queridos. Lo llevaba a todas partes y de vez en cuando recordaba la cara y los gestos del ausente. Al llegar la noche quemaba el papel y lo volvía a convertir en cenizas.

Tres micros de Alberto Sánchez Arguello

Caperucita se despidió de la abuela, apretó fuerte la canasta de comida y el fajo de dólares bajo su falda y se fue. Pasó un río amarrada a un neumático. Casi se mata al caerse del techo de un tren en movimiento.  Recorrió un desierto a través de infinitos túneles de tuberías oxidadas y malolientes.


Ocho micros de Elisa de Armas

Cada vez que termina un poema pliega el papel, forma una pajarita y la arroja por la ventana. Casi todas terminan en el suelo, arrugadas y polvorientas. Solo algunas, las portadoras de auténtica poesía, agitan las alas y se pierden en el horizonte.


Seis micros de Esther Andradi

Mi cara se parece cada vez más a una pasa. Las arrugas me visten la sonrisa de lomo de tortuga, el llanto de crisálida, la seriedad de pasa nomás. Por eso bebo tanto. Para macerarme en alcohol y así poder tragarme. Lástima que no puedo sobornar al espejo. Pero quizá termine disolviéndome en saliva, acogiéndome al privilegio de las hostias.


Gilda Manso: El viajero y otro micro

El hombre diminuto que vive desde siempre adentro del reloj de arena y el hombre no tan diminuto que vive desde siempre adentro del vientre de la ballena tienen algo en común: ambos creen que eso que ven es todo el mundo.


Tres micros de Javier Ximens

Las figuras del ajedrez, en perfecta ordenación, son ejércitos dispuestos a matarse por defender a su rey. Cuánto más me gustan tras la partida, amontonadas en la caja, las fichas mezcladas, ya sean blancas o negras, al margen del rango y sexo, tumbadas unas sobre otras, en una hermosa orgía bicolor. 


Seis micros de Francesc Barberá Pascual

Todo empezó cuando me trasplantaron las dos manos. En tan solo dos semanas ya era capaz de escribir y manipular objetos casi con normalidad. Sin embargo, aquello no era lo más asombroso. Al poco tiempo descubrí que podía tocar el piano, a pesar de no haberlo hecho en mi vida. Luego me pasó lo mismo con los malabares y la papiroflexia. Incluso llegué a hacer algún truco de magia.


Once micros de Sandro W. Centurión

La viste y enseguida supiste que matarías por ella. Te miró, y de inmediato supo que podría hacerte matar a quien quisiera.


Entrevista a Clara Obligado

Valeria Correa Fiz entrevista a Claro Obligado, reputada autora de microficciones y divulgadora del género a través de antologías y talleres literarios de merecida fama nacional e internacional.




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