Rebajas
Empezaron las rebajas. Vi el que me gustaba colgando de una percha pero otra mujer se me adelantó y lo aferró de una manga. Se lo llevó al probador y la esperé por fuera, pensando que si no le gustaba lo dejaría por allí. "¿Se lo lleva?", le pregunté cuando la vi salir. "Sí", me contestó con un tonito engreído. Así son las rebajas, me dije intentando consolarme, quien lo ve primero... Meses después volví a la tienda, buscando los saldos de invierno. Lo vi ahí, otra vez en la percha; la mujer lo había devuelto después de todo. El hombre me miró con ojitos esperanzados, como pidiendo "llévame a mí", pero no sé, ¿seré rara?, ahora que nadie lo quiere ya no me resulta tan atractivo.
La vida entera
La bala abandonó el cañón del fusil, y mientras avanzaba lenta hacia el condenado, le dio tiempo de huir ayudado por el pequeño grupo de rebeldes junto a los que se había levantado en armas. Se escondió en una aldea cercana, raptó a la ahijada del cura y lo obligó a casarlos, después de jurarle amor eterno. Escaparon montados en el caballo robado al alguacil y pasaron por campesinos en un pueblo donde no les hicieron preguntas. Le pusieron una azada en una mano, pero con la otra cogió un saco de monedas de oro que encontró bajó el colchón de la viuda dueña de la finca, y se pagó el barco hacía el otro continente, donde fue traficante de esclavos. Se enamoró de una mulata fuerte que lo llenó de hijos a los que les contaba historias increíbles de guerra y sangre, y murió de viejo en los brazos oscuros de su mujer, casi sin sentir la bala que le atravesaba limpiamente la frente, mientras el pelotón de fusilamiento lo veía caer, con una sonrisa en los labios, viviendo lo que no iba a ser.
Un chico normal
Para Edgar
Era un chico normal como todos, que tenía un gato tuerto y hablaba con un cuervo cuando creía que nadie lo miraba. Se enamoró de Berenice, pero como no quería que nadie lo supiera, dejaba su corazón encerrado cuando iba a trabajar. No le daba vergüenza que ella estuviera muerta, lo que le inquietaba es que era su prima. Él también había muerto años atrás, le venía de familia pero se negaba a reconocerlo, así que murió años y años, solo y a oscuras, escribiendo su vida, disfrazándola de ficción.
Obsolescencia programada
Está obsoleto, me dijeron. A mí me parecía que aún podría funcionar unos años más, pero quién soy yo para cuestionar. Todo caduca; por ejemplo la primavera, que no entró este año porque se volvió obsoleta, y cuando nos quejamos dijeron que hay otras estaciones novedosas, que ya nos enviarían el catálogo 2016. Hace un mes nos caducó el gato; jugaba con una bolita de estambre cuando se quedó quieto, como congelado. Me enviaron otro por correo a contrareembolso, uno azul con nuevas funciones. Así que cuando me han dicho que nuestro amor está obsoleto, ¿quién soy yo para contradecir a los que saben? Tendremos que olvidarnos el uno del otro y buscar nuevos modelos, creo yo. Dicen ellos.
Paola Mireya Tena (1980, México). Pediatra de profesión, escritora por afición. Ha participado como ponente en sesiones dedicadas a la lectura (Pialte, Tenerife, 2014; Jornadas del Día del Libro del Ayuntamiento de El Rosario y Puerto de la Cruz, Tenerife, 2014, 2016). Ha publicado algunos de sus microcuentos en diversas antologías del género (Señales mínimas, Ediciones Idea, 2012; Érase una vez… un microcuento, Diversidad Literaria 2013; Saborea la locura, Chiado Editorial, 2013; Cuenta que te cuenta hasta 150, 2015). Nombramiento especial en el concurso de microcuentos de la FILBo 2015. Publicada en la Antología virtual de minificción mexicana. Actualmente, participa activamente en las redes sociales con el pseudónimo de @cromatide. Sus microcuentos pueden ser leídos en www.microficciones.tumblr.com y www.facebook.com/microficciones.